La 7ª Edad Dorada

Hay narraciones en la Biblia que nos describen el caminar de personas hacia lo nuevo, lo desconocido, guiadas para cumplir el mandato de Dios.

La primera narración que viene a mi mente es la de Abraham (Génesis 12), guiado hacia Canán, la tierra prometida, la tierra que manaba leche y miel. La inquebrantable fe de Abraham, entendida como total unión a la Voluntad Una, le llevó a ponerse en camino hacia lo desconocido, lo nuevo, y con toda su familia abrió ese recorrido y caminó tomando la guía de la Fuente, sin preguntas, sin dudas, con determinación.

Otra descripción de caminar guiados es la salida del pueblo de Israel desde Egipto y el paso del Mar Rojo (Éxodo 13). A través de este movimiento, se producía la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud a la que estuvo sometido. En esta ocasión fue Moisés el que acompañaba a su pueblo y tomaba la guía de Dios.

Hay otra salida, la de Sodoma, la de la familia de Lot hacia lo nuevo, en la que solo por mirar hacia atrás, la mujer de Lot quedó convertida en estatua de sal (Génesis 19).

Estas historias sobre el caminar, ponerse en camino, sin querer saber, sin referencias, sin condiciones, solo con el sí incondicional a la Voluntad Una, nos muestran una actitud que va a ser requerida en este momento presente para caminar hacia lo nuevo. También aprendemos de ellas la importancia de soltar el pasado, representado en ese mirar atrás de la mujer de Lot.

Nosotros, como ellos, caminamos hacia lo nuevo, no sabemos cómo va a ser, no tenemos ninguna referencia válida, no es necesario.

Creo que la palabra paraíso trae a nuestro inconsciente algo que colmaría nuestros anhelos, pero nada de lo que viene es como lo descrito.

Sabemos que lo conocido como el diluvio universal descrito también en (Génesis 6, 7, 8 y 9) cierra un ciclo en la Tierra y que después de llover cuarenta días y cuarenta noches, las lluvias cesaron, sopló un viento para secar la superficie y cuando se libera el exceso de agua y demás restos de lo viejo, comienza de nuevo otro ciclo de vida. Es como una nueva creación, una nueva manifestación y un nuevo pacto de Dios, en este caso con Noé.

Parece que el agua fue el elemento más presente en este proceso de vida, que visto en su amplitud, conllevaba el diluvio y la muerte de todo lo que quedó fuera del arca de Noé y también la manifestación de lo nuevo. Volver a instalarse en tierra firme. Tomar conexión con la tierra y con el cielo y seguir sin tiempo de mirar atrás. Lo de atrás ya pasó y ahora toca el nuevo comienzo, debían decirse.

Estamos en el umbral de la 7ª Edad Dorada, que conlleva el nacimiento del hombre nuevo y la tierra nueva. Para esta situación parece conveniente una especie de guía para caminantes. El proceso que estamos viviendo no se puede separar de lo que viene. También nosotros estamos recibiendo energía revitalizadora, que eleva nuestro nivel vibratorio y parece que también van a perecer muchos hermanos.

El nivel de conciencia se está expandiendo y solo eso ahogará al dragón. Ya no tenemos que luchar contra la hidra como hizo Hércules (Heracles). Es desde nuestra determinación y firmeza en la conexión tierra-cielo que todo se dará.

La madre Tierra nos ofrece esta guía para el proceso:

  • Recíbete a ti mismo
  • Conecten desde mi corazón
  • Sientan mi presencia en el aire que respiran, en el agua que beben, en su propio cuerpo, que los acompaña en esta vida, de principio a fin.

Nos invita a absorber nuestra presencia, a interactuar con ella, nuestra madre, a trabajar juntos.

El fin de la dualidad se acerca y la separación luz–oscuridad ya ha comenzado y se percibe imparable. Los cambios que se avecinan van a requerir de nuestro tomar y de nuestro permanecer conectados a la madre Tierra, conciencia de unidad con ella, y al mismo tiempo conciencia de conexión con el Origen, conciencia de unidad con Él, desde donde estamos recibiendo:

  • Energía vivificadora, agua abundante de vida.
  • Acompañamiento, a nuestra demanda.
  • Amor incondicional.
  • Paz.
  • Fortaleza.
  • Guía.

Se nos requiere también:

  • Ser activos, no solo receptivos.
  • La determinación de caminar en esa conciencia de conexión tierra-cielo.

Hay algo que añadir a esta forma de caminar, y es la toma de conciencia de que el proceso es individual y grupal sincrónicamente, es decir, caminamos en grupo, aunque el proceso de cada uno se decide de forma individual y no tenemos permiso para intervenir en el proceso de los hermanos. Sumo respeto a sus decisiones, conscientes de que solo así podemos ser emisores de paz, que sí incide en el proceso grupal, al igual que los Hermanos mayores hacen con nosotros.

Es un regalo saber que caminamos hacia lo real, dejando el mundo ilusorio.

FELIZ VIAJE HACIA LA NUEVA TIERRA PROMETIDA, HACIA LA 7ª EDAD DORADA.

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